Un día, la vida me golpeó tan fuerte que me enseñó a resistir. Un día, me mintieron de tal forma que me dolió y entonces aprendí a ir siempre de frente con la verdad. Un día, me falló quien menos imaginaba y entendí que las palabras hay que cumplirlas y de los actos, hacerse cargo. Además, un día lastimé a alguien y fue ahí cuando aprendí a pedir perdón. Un día lo viví triste y cuando llegó la noche me di cuenta que es mucho más lindo sonreír que llorar. Otro día, perdí mi tiempo con cosas que no valían la pena y noté que la vida pasa demasiado rápido para perdérsela esperando algo que nunca va a pasar. Un día, descubrí que tiene sentido enamorarse y pelear por lo que uno siente. Después de muchos días entendí, que en la vida todos te van a lastimar, pero tienes que encontrar a las personas por las que vale la pena sufrir. Tienes que sonreír. Tienes que saber amar. Tienes que tener la grandeza para aceptar tus errores y la valentía para pedir perdón. Tienes que compartir. Tienes que cumplir. Tienes que olvidarte de los que te critican y unirte a los que te quieren y por sobre todo tienes que vivir cada momento como si fuera el último.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Cuando tienes una hora más de felicidad los buenos momentos se hacen interminables, al despertarte puedes decir: "una hora y cinco minutos más...", tardas más en abrir los regalos y los abrazos se hacen eternos. Cuando la felicidad dura una hora más todos los besos son como el primero y las estrellas y las miradas dejan de ser fugaces. Con una hora más de felicidad las palabras se las sigue llevando el viento pero un poco más tarde, los libros tienen más páginas, los paseos son más largos, las canciones duran 63 minutos. Cuando la felicidad dura una hora más tienes más tiempo para colocarte en las fotos, más minutos para empatar y más segundos para sonreír. ¿Qué haces con tú hora más de felicidad? No me contestes ahora, tienes una hora más para pensártelo.

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