Un día, la vida me golpeó tan fuerte que me enseñó a resistir. Un día, me mintieron de tal forma que me dolió y entonces aprendí a ir siempre de frente con la verdad. Un día, me falló quien menos imaginaba y entendí que las palabras hay que cumplirlas y de los actos, hacerse cargo. Además, un día lastimé a alguien y fue ahí cuando aprendí a pedir perdón. Un día lo viví triste y cuando llegó la noche me di cuenta que es mucho más lindo sonreír que llorar. Otro día, perdí mi tiempo con cosas que no valían la pena y noté que la vida pasa demasiado rápido para perdérsela esperando algo que nunca va a pasar. Un día, descubrí que tiene sentido enamorarse y pelear por lo que uno siente. Después de muchos días entendí, que en la vida todos te van a lastimar, pero tienes que encontrar a las personas por las que vale la pena sufrir. Tienes que sonreír. Tienes que saber amar. Tienes que tener la grandeza para aceptar tus errores y la valentía para pedir perdón. Tienes que compartir. Tienes que cumplir. Tienes que olvidarte de los que te critican y unirte a los que te quieren y por sobre todo tienes que vivir cada momento como si fuera el último.

viernes, 19 de julio de 2013

Cómo empieza una guerra? Todo empieza con una diferencia de criterios. Unos piensan una cosa, otros piensan otra. Pero después, algunos quieren imponer su criterio y empiezan las discusiones. Y en un momento se deja de razonar, y comienzan los enfrentamientos. Sólo resta tener a mano algo con lo que imponer un criterio a la fuerza, y no hace falta más. Ya se desató la guerra. Una vez en guerra, sólo se puede desear algo de paz. Nada da más paz que volver a casa. Volver a tu lugar, a tus olores, volver a la gente que amás y que te ama. Eso da mucha paz. Todos los viajes en realidad son un viaje de regreso a casa. Por qué los viajes nos cambian? Por qué al volver de un viaje sentimos que no somos los mismos que antes? El regreso a casa tiene una mezcla de melancolía y felicidad. Melancolía por todo lo nuevo que dejamos atrás, y felicidad por volver a casa. Porque en casa, siempre hay algo de paz.

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